CIERRA SUAVEMENTE LOS OJOS

¿Y si una pausa cambiara todo tu día? Si te apetece puedes hacer una pausa ahora de sólo 2 minutos. Y cerrando suavemente los ojos, intenta captar la experiencia de este momento, notando lo que sientes en tu cuerpo y la mente. Siente si hay rigidez en él, algún lugar de tu cuerpo que sientas un peso, encogido, y también siente la respiración, la postura, tus emociones, y los pensamientos en este preciso instante, capturando este momento como si fuera especial, único e irrepetible, percibiendo los matices más sutiles. De hecho no se repetirá jamás, es único. Y así tendrás verdad, verdad en tu vida. Cierra los ojos y atrévete a tener verdad.

Esa una sensación de estar vivo, que nace de llevar la atención al cuerpo con amabilidad. Esas sensaciones dan información muy valiosa de lo que ocurre dentro y fuera del cuerpo para adaptarse mejor a la realidad. Las personas conectadas con sus sensaciones cuidan mejor su cuerpo y por lo tanto son más felices. El cuerpo y las emociones nos dan la información de lo que nos está pasando, y la consciencia de esto es la base de la inteligencia emocional.

El triángulo de la atención a cada instante: Pensamientos-Emociones-Sensaciones.

Cuanto más vueltas le demos a los pensamientos peor nos sentimos. Esto se llama rumiación, y es la puerta para estados de ansiedad y depresión. Cuando uno aprende a ver su vida desde fuera, desde la observación, como el director de la película en vez del actor, todo cambia. La autoobservación nos lleva a darnos cuenta del control de la calidad del proceso mental, y permite identificar cuando la mente está ocupada en un pensamiento obsesivo y que conviene soltar. Cuando entramos a observar y a notar el aire, la temperatura, la luz y el olor de la mañana, registrando también las emociones y sentimientos de ese momento, lo que voy a hacer y como me siento, es cuando comenzamos a tener verdad, celebrando ese día con sus particularidades, ya sean dificultades para resolver o oportunidades para explorar. Esto es estar presente, y cuando no estamos presentes simplemente estamos ausentes. Cuando no estamos presentes somos hojas al viento, barcos a la deriva sin timón ni timonel. Capturando momentos conscientes uno se va familiarizando con sus estados mentales y emocionales. Así, poco a poco vamos viendo cómo funciona nuestra mente, y cuales son nuestros patrones de pensamiento, como nuestras experiencias de vida son creadas por estás formas de pensar, donde esos pensamientos habituales crean nuestra realidad. Si nuestros pensamientos están llenos de problemas aparecen todos, si son de soluciones, aparecen todas. Los pensamientos es la fuente de placer o sufrimiento, de amor o de odio, y según sean ellos así será mi vida.

¿Quieres cambiar de vida? Cambia tu forma de pensar. ¿Tus pensamientos son de amor o de miedo? ¿De abundancia o de carencia? El primer paso es observa como pienso, para luego poder cambiarlos si no se ajustan a lo que quiero.

Pongamos por ejemplo, el momento en que suena el despertador por la mañana, y tomo consciencia del día que es: enseguida mi mente me indica que tengo que ir a trabajar, o lo que tenga que hacer sin retraso. Este modo mental orientado a la acción se promueve desde niño en el cole y en casa, aprovechar el tiempo y resolver problemas. La mente obsesionada en resolver problemas busca siempre hablar de lo que va mal, de lo que no funciona, de la queja, y hacemos de esto un hábito. Pero la mente que proponemos es un estado de contemplación unos minutos antes de salir de la cama, y empezar el día desde otro lugar. Desde la observación de ese instante, conectados con lo que es, con el presente, con cómo me siento, con cómo estoy pensando, cómo estoy respirando, momento a momento. La atención al presente, sin juicios, teniendo verdad. La mayoría de las personas prefieren vivir si observarse ya que tienen miedo a la verdad, pero nunca podremos encontrar solución a aquello que no sabemos que nos pasa. La única forma es encontrarlo, observarlo y atravesarlo.

Estos son momentos hermosos de un ser humano, son momentos de crecimiento, donde puede haber acción, pero también satisfacción, disfrute, autocuidado, y renovación, sin tensión ni estrés. Otorgarnos cinco minutos a nosotros mismos al despertar y antes de ir a dormir es regalarnos consciencia, regalarnos amor, regalarnos verdad, para saber hacia donde vamos.     

Dedicar simplemente unos minutos al día a cultivar esta mente contemplativa es muy saludable para empezar a cambiar hábitos, y nos permite cargar baterías, y reconectar con la vida. Evidencias científicas dicen que hacer esto durante ocho semanas seguidas produce cambios en la materia gris del cerebro implicadas en procesos de aprendizaje y memoria, regulación emocional y autoconsciencia.

Cuando estamos en modo contemplación la vida es un milagro y estar vivo es una maravilla. Es como volver a esos momentos de inocencia de la infancia, donde la playa era una gran aventura, y una tarde de verano era una eternidad.

Reservar unos minutos al día para la reflexión nos permite conocernos a nosotros mismos, y esto es una gran ventaja sobre no saber ni quienes somos. Eso sí, esto no se hace solo, si no lo hacemos nosotros nadie lo hará. Dedicar unos minutos a nosotros es de vital importancia para ver esos pequeños detalles que la vida nos tiene preparado. Reducir el piloto automático, evitar la rumiación y estar presentes, conscientes de todo cuanto nos sucede de verdad.