La sociedad del cansancio

Estamos ante una creciente libertad en la sociedad moderna, que paradójicamente conduce a la autoexplotación y el agotamiento. Esta paradoja está profundamente arraigada en la transformación de las sociedades disciplinarias, características del pasado, a las sociedades de   rendimiento que definen nuestro presente. En las sociedades disciplinarias, los individuos eran principalmente limitados por reglas y autoridad externas, que regían su comportamiento. Sin embargo, en la sociedad actual de rendimiento, los individuos ya no son coaccionados por fuerzas externas, sino que son motivados por presiones internas para maximizar la productividad y la eficiencia. Esta transición aparentemente brinda más libertad, ya que las personas ya no están estrictamente vigiladas y reguladas por autoridades externas. Se les anima a verse a sí mismos como emprendedores de sus propias vidas, constantemente luchando por la auto-superación y el logro.

Esta perspectiva obliga a los individuos a mejorar constantemente su rendimiento, a menudo a expensas de su salud mental y física. El resultado es una sociedad donde los individuos se encuentran atrapados en un ciclo implacable de demandas y expectativas autoimpuestas. La libertad de elegir su camino, se convierte en una carga a medida que la presión por lograr y sobresalir se vuelve abrumadora. La consecuencia es un sentido generalizado de fatiga y cansancio, ya que las personas se esfuerzan por satisfacer estándares de éxito cada vez más exigentes, a menudo descuidando su propio bienestar en el proceso. Aparenta otorgar a los individuos la libertad de navegar por sus propios destinos, y al mismo tiempo los atrapa en una red de autoexplotación y cansancio, derivando en problemas de salud mental en un mundo centrado en el logro actual.

El mundo contemporáneo, es una demanda incesante de productividad, y la omnipresencia de la tecnología empujan a los individuos hacia un estado perpetuo de actividad. La tecnología, especialmente las redes sociales, juegan un papel clave en exacerbar los sentimientos de abrumación experimentados por muchos. La era digital ha disuelto las fronteras que antes separaban el trabajo, el ocio y el descanso. Las notificaciones llegan a todas horas, los correos electrónicos laborales suenan constantemente, y las actualizaciones de las redes sociales se producen en tiempo real, lo que dificulta a las personas escapar del ciclo de compromiso continuo. Este entorno digital fomenta una necesidad compulsiva de permanecer conectado y disponible, lo que en última instancia perpetúa una cultura de hiperactividad, donde estar constantemente ocupado a menudo se percibe como un distintivo de honor y un indicador de éxito. El descanso y la relajación no se ven como componentes necesarios de una vida saludable, sino como signos de pereza o falta de ambición. En la cultura hiperactiva las personas son empujadas a sus límites cognitivos y emocionales, lo que resulta en niveles más altos de estrés y ansiedad, y pasa por alto la necesidad humana de descanso y recuperación, lo que lleva a una sociedad de cansancio.

En “La sociedad del cansancio», Byung-Chul Han explora cómo esta demanda implacable de mantener una mentalidad positiva y de mejora continua tiene implicaciones insidiosas para la salud mental. La presión social de parecer perpetuamente feliz y exitoso, y negar la complejidad de las emociones humanas, obliga a individuos a reprimir sentimientos válidos de descontento o fatiga. Además, convierte el autocuidado en otra tarea de productividad, y se espera que las personas optimicen no solo su desempeño laboral, sino también sus vidas, salud e incluso actividades de ocio. Esto puede conducir a un estrés crónico, depresión y ansiedad.

Aparentar estar imperturbable sólo profundiza las experiencias de ansiedad y estados depresivos, fomentando una cultura de sobreexigencia y autoinculpación, con la incansable búsqueda de más, mejor y más feliz.

Es necesario reconstituir los valores sociales de una manera que permita un descanso verdadero, y la aceptación de todo el abanico de emociones humanas.

En una sociedad de logros, se impulsa la auto-motivación y las presiones internas, a menudo amplificando sentimientos de incompetencia y presión por superar a los demás, convirtiéndose tanto en el amo como en el esclavo, en un ciclo continuo de autoexplotación.  

El fenómeno del burnout no es simplemente agotamiento físico, sino un cansancio arraigado que afecta el bienestar emocional y psicológico. El burnout se manifiesta como resultado de la sobreexplotación del ser, donde los límites entre el trabajo y la vida personal se difuminan. Es una forma de auto-tiránía. El resultado es una erosión de la autocompasión y un aumento de los sentimientos de insuficiencia y fracaso. Tenemos la necesidad de reevaluar como se definen y valoran los logros, y abogar por un cambio cultural hacia el reconocimiento de la importancia del descanso y el verdadero autovalor.

La sociedad contemporánea es el marcado declive en las prácticas contemplativas y el reposo mental.

Nuestras vidas cada vez más orientadas a la acción han reemplazado el valor tradicional otorgado a la contemplación y el tiempo de inactividad. Históricamente, la contemplación y la reflexión eran consideradas aspectos esenciales de la experiencia humana, fomentando la sabiduría, la paz interior y una comprensión más profunda de uno mismo y del mundo. Estas prácticas ofrecían un necesario descanso del caos de la vida diaria. El tiempo de inactividad frecuentemente se percibe como improductivo o incluso derrochador. En el pasado, prácticas contemplativas como la meditación, paseos tranquilos, y lecturas reflexivas desempeñaban un papel crucial en mantener el equilibrio mental. Hoy en día, estas prácticas suelen quedar en segundo plano ante las demandas omnipresentes de la interacción digital y un estilo de vida hiperconectado, constantemente bombardeada por estímulos sin la oportunidad de descanso mental. Las personas no sólo son menos eficientes, sino también menos creativas y menos capaces de enfrentar las complejidades de la vida. Prácticas como la meditación, la respiración consciente, y períodos intencionales de desconexión digital, pueden contrarrestar las constantes demandas de la sociedad del logro. Debemos incorporar estas prácticas en la rutina diaria.

La economía gig, caracterizada por contratos a corto plazo y trabajo independiente en lugar de empleos permanentes, pone énfasis en la flexibilidad y la autonomía. Aunque este modelo ofrece libertad del tradicional horario de trabajo de ocho a cuatro, también introduce inestabilidad y falta de seguridad laboral. Los trabajadores en la economía gig suelen enfrentar incertidumbre financiera, horarios irregulares y la presión de asegurar constantemente el próximo trabajo. Esta forma de trabajo puede intensificar sentimientos de estrés y ansiedad.

El trabajo remoto, que se hizo generalizado debido al COVID-19, ha mostrado tanto efectos positivos como negativos en la salud psicológica. Por un lado, el trabajo remoto elimina los desplazamientos diarios, y por otro lado, puede llevar a una difuminación de los límites entre la vida personal y profesional, lo que dificulta a las personas desconectar y recargar energías. La falta de separación física del lugar de trabajo a menudo resulta en jornadas laborales más largas y una expectativa de disponibilidad continua. Esto contribuye a un estado persistente de hiperconectividad, y añade estrés acumulativo y potencial de agotamiento, perpetuando el ciclo de rendimiento y productividad constante, lo que hace urgente idear estrategias que fomenten entornos laborales más saludables y una productividad sostenible.

Las organizaciones y los responsables de políticas deben reconocer la importancia de la salud mental, y construir una cultura que priorice el bienestar sobre el logro implacable. Esto podría incluir establecer límites claros para las horas de trabajo, fomentar descansos regulares, dotando de recursos de salud mental, servicios de asesoramiento y programas de bienestar para mantener estados mentales más saludables.

Una estrategia fundamental implica recuperar el concepto de descanso, creación de espacios y momentos donde las personas puedan desconectar de las presiones del logro, y participar en actividades que traigan alegría y relajación, fomentando una comprensión más profunda y aprecio por la libertad, alejándose de la autoexplotación donde las personas se empujan implacablemente para lograr más. Han aboga por una concepción de libertad que incluya la capacidad de decir no, de renunciar y de priorizar el bienestar personal sobre el logro perpetuo. Esta libertad redefinida es la capacidad de vivir de manera alineada con los valores y necesidades propios.

Reinventar el  «tiempo no productivo», que es el tiempo dedicado no a lograr ningún objetivo, sino simplemente a ser.

Byung-Chul Han