Somos un crisol de lo que vivimos, experimentamos y sentimos, e relación a nuestros padres a largo de nuestra vida, desde la concepción y especialmente en la crianza, que es cuando somos más frágiles y dependientes.
En un sentido transgeneracional, por nuestras venas corre la sangre y la experiencia de muchos anteriores concretados en las respectivas familias de origen de los padres, con todas las vicisitudes que les tocó vivir.
Cada familia es una matriz de fuerza y de dolor, visitada por los grandes poderes del vivir, esencialmente la sexualidad y la muerte.
Son muchas las ocasiones en las que, por lo que sea, renegamos de nuestros padres, sentimos que no nos trataron como queríamos o que no nos dieron lo que necesitábamos. No debemos olvidar que estamos aquí por ellos y que nuestros padres también tuvieron un pasado, con una historia propia y unas vivencias, a su vez, con sus propios padres, que las tuvieron con los suyos…y así, podemos ir hacia atrás en cada árbol genealógico por generaciones.
A veces nos quedamos en esa sensación del niño y no nos damos cuenta de que ya somos adultos y podemos mirar el pasado con otro prisma, el de aceptar todo exactamente como fue, sin añadir ni quitar nada, incluyendo lo dulce y lo cruel, lo alegre y lo triste, lo ligero y lo pesado. ¿Por qué? Muy simple: porque esa es nuestra herencia y el conjunto de experiencias vividas que nos constituyen, por muy devastadoras que hayan podido ser.
Las personas que avanzan en este proceso tienen grandes regalos. Se sienten:
- Más íntegras.
 - Más congruentes.
 - Más amorosas.
 - Mejoran en sus relaciones personales y afectivas.
 - Ganan madurez y serenidad.
 - Aumentan su autoestima.
 - Se alinean con el fluir de la vida con más fuerza.
 
¿Por qué tomar algo de nuestros padres si no nos gusta?
Quizá te suene esto: prometiste no repetir una actitud que tenían tus padres y que no te gustaba nada y, ahora que eres adulto, te sorprendes descubriendo que, en ocasiones, actúas como ellos.
¿Sabes por qué lo hacemos? Porque aquello que rechazamos nos encadena y sólo lo que amamos nos hace libres.
Es muy importante tomar conciencia de aquello en lo que no queremos adentrarnos en nuestro interior e investigar bien lo que tenemos almacenado, pero sólo así podremos comenzar un camino hacia la ansiada paz y hacia un amor sano que nos hará vivir con más felicidad.
Tenemos problemas porque amamos mal. Un niño ama sin prejuicios, le pase lo que le pase, le traten como le traten.
El enfoque sistémico
Muestra cómo, además de tener una identidad individual, formamos parte de un colectivo mayor y todos estamos insertados en una mente común mayor: un Alma Familiar, como se denomina en el trabajo de Constelaciones Familiares, que tiene sus reglas.
Como enseñó Hellinger, el Amor crece con el Orden. Lo necesita para fluir con dicha.
El Orden sugiere su geometría y su jerarquía:
-Que los padres sean padres y grandes y que den, principalmente, la vida. Y que los hijos sean hijos y tomen.
-Que los hijos no se inmiscuyan en los asuntos de sus mayores.
-Que los hijos honren a sus padres, principalmente haciendo algo bueno con su vida y, por tanto, renunciando a las implicaciones trágicas con las que sufrieron antes o fueron desterrados del amor familiar. Deben abandonar la tendencia a repetir los destinos fatales presentes en todas las familias.
Para bien o para mal, no gobernamos los afectos con nuestra mera voluntad. Si no aceptamos lo que nos incomoda de nuestros padres de mayores nos comportaremos como ellos y reproduciremos comportamientos iguales a los recibidos.
Lo que verdaderamente sana es realizar el proceso de aceptar lo que fue, poniéndolo a nuestro favor y reconociendo que nos hizo más fuertes, más humanos, o más sabios.
Hay quienes se sobreponen a grandes traumas de infancia construyendo una vida con alegría y mucho sentido y quienes, amparándose en pequeñas frustraciones, se creen con derecho a tener una vida mermada o penitencial y culpan a sus padres para justificar sus errores o sus fracasos.
Está en nuestra mano vivir de un modo y otro.
Obstáculos en el proceso de amor hacia los padres
Hay dos discursos que tratan de explicar los principales obstáculos que tenemos a la hora de poder fluir de forma amorosa y espontánea hacia nuestros padres:
1. Tenemos problemas porque no fuimos bien (o suficientemente) queridos como hijos. En el fondo, nuestro malestar no es tanto el hecho de no haber recibido el amor de afuera, sino la falta de amor hacia los demás que sentimos dentro de nosotros.
2,Amamos de una manera infantil, ciega y mágica, algo que nos lleva a implicarnos trágicamente en el destino y las dificultades de aquellos que forman parte de nuestra red de vínculos, ya sean los padres u otros familiares.
“No puedes ser feliz cuando vives sólo para ti, cuando todo lo haces en tu propio interés. En verdad, sólo vives para ti cuando vives para los demás”. Séneca cuenta en sus cartas a Lucilo
Los padres son los artífices de nuestra existencia, son ellos quienes nos dieron la vida. Ahora que somos adultos podemos hacer de ella algo bello. Lo que nos cura es abrazar la resistencia. Lo que nos sana es abrazar en nuestro corazón a nuestros padres y no tanto ser abrazados por ellos.
Juan Garriga. IPP.